Una de las afecciones del alma más comunes en el mundo moderno es la «depresión». Este término, en el español, hace referencia tanto a una tristeza «normal», pasajera, como a un trastorno mental que tiñe de gris los días de la persona que lo padece. En este artículo se diferenciará entre la «depresión normal» y la «depresión clínica», se explicará cuándo y por qué conviene buscar ayuda profesional y se darán algunos tips para afrontar asertivamente los estados depresivos.
Depresión «normal» y depresión «clínica»

La «depresión» consiste en un decaimiento del estado de ánimo que, generalmente, se da como reacción a eventos o circunstancias de pérdida, incertidumbre, frustración, etc. Es «normal» cuando tiene corta duración (de unos pocos minutos hasta varios días) y poca intensidad, y no ocasiona una disminución significativa de la capacidad funcional de la persona; sin embargo, en ocasiones, puede ser de gran intensidad, como ocurre por la muerte de un ser querido.
Una «depresión clínica», en cambio, es de larga duración (dos semanas o más), y, aunque puede ser causada por eventos ordinarios, también puede tener su origen en factores genéticos o en eventos extraordinarios traumáticos y, frecuentemente, aparece sin causa o razón aparente o «justificable». En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición), se establecen ocho categorías diagnósticas para los trastornos depresivos:
- Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (en niños de hasta 12 años).
- Trastorno depresivo mayor.
- Trastorno depresivo persistente.
- Trastorno disfórico premenstrual.
- Trastorno depresivo inducido por una sustancia/medicamento.
- Trastorno depresivo debido a otra afección médica.
- Otro trastorno depresivo especificado.
- Otro trastorno depresivo no especificado.
Según este manual, «el rasgo común de todos estos trastornos es la presencia de un ánimo triste, vacío o irritable, acompañado de cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente a la capacidad funcional del individuo. Lo que los diferencia es la duración, la presentación temporal o la supuesta etiología».
¿Cuándo consultar con un profesional?
Muchas personas naturalizan su estado depresivo, y se habitúan a vivir con él sin buscarle remedio. Esto no tendría por que ser así: toda persona tiene derecho a sentir que su vida tiene sentido y que es feliz (al menos, la mayor parte del tiempo).
Está bien estar triste, llorar, incluso aislarse por un tiempo y descuidar el aseo personal y de la casa. Que a veces parezca que nuestra vida no tiene sentido o que no tiene “sabor”, es normal. Pero, cuando pasan los días, y esos comportamientos y esas percepciones acerca de la vida no desaparecen o, incluso, empeoran, o vuelven una y otra vez… y los demás te preguntan con insistencia: «¿Qué te pasa?», «¿Cómo puedo ayudarte?», y te manifiestan frecuentemente su preocupación por ti, por tu estado de ánimo, por tu descuido de ti mismo… es hora de hacer algo.

El criterio principal no es la intensidad de la tristeza, salvo los casos en que desemboca en deseos frecuentes de morir o en intentos suicidas. Tampoco lo es la pérdida de funcionalidad, pues, por ejemplo, la muerte de un ser querido puede dejarte inhabilitado por unos días para desempeñarte normalmente en tus actividades cotidianas. El criterio fundamental es el tiempo: si pasan dos semanas o más, y el malestar (la tristeza, el sinsabor, el sinsentido) no desaparece o, tan siquiera, mengua, es conveniente que consultes con un médico general, un psicólogo o un psiquiatra.
Sin embargo, como los síntomas y los tiempos mínimos para el diagnóstico de cada trastorno varían, en el siguiente enlace puedes consultar los criterios diagnósticos establecidos en el DSM-5 para cada trastorno depresivo: Anexo: Clasificación de los Trastornos depresivos (DSM-5). Tal vez, leerlos te ayude a tomar una decisión… pero, de todos modos, lo mejor es consultar con un profesional idóneo.
Algunos tips para afrontar asertivamente los estados depresivos
Cuando un evento te ocasione un estado depresivo, es conveniente que, tras un tiempo prudencial de permitirte «vivir» tu dolor, te ayudes a salir de él. Las siguientes recomendaciones te servirán para evitar quedar atrapado en los sentimientos de dolor y tristeza, y el riesgo de desarrollar un trastornno depresivo:

(1) Lo que debes evitar:
- Permanecer solo o aislado.
- Dormir todo el día.
- Trabajar o estudiar sin darte suficiente tiempo de descanso.
- Descuidar la apariencia y/o la higiene personal.
- Ser agresivo u hostil con los demás.
- Caer en consumos nocivos para la salud física o mental.
(2) Lo que debes procurar:
- Hablar y pasar tiempo con la familia y los amigos.
- Practicar alguna actividad física (deporte, danza, etc.).
- Alimentarte sanamente y con regularidad, y mantenerte hidratado.
- Realizar actividades que te ayuden a relajarte (cantar, caminar, meditar, rezar, leer, etc.).
- Vincularte a grupos o programas de ayuda a otros.
- Descansar lo suficiente.

Estas estrategias son útiles para contrarrestar las depresiones normales. En el caso de las depresiones clínicas, sirven para reducir el impacto de los síntomas, así como las posibilidades de que el trastorno depresivo se agrave; en ningún momento reemplazan la atención clínica que, según el caso, requerirá de psicoterapia y/o fármacoterapia.